15 años sin noticias de Amy Fitzpatrick, la menor desaparecida en Mijas
Un par de kilómetros cuesta arriba. Un camino asfaltado, a excepción de 50 metros de terrizo, entre las urbanizaciones Calypso y Riviera del Sol, en Mijas. Una zona poco transitada, pero de sobra conocida por la menor irlandesa Amy Fitzpatrick (15 años), que había recorrido mil veces el trayecto de su casa a la de su amiga Ashley Rubio.
La joven debería haber tardado 20 minutos en llegar a su domicilio, donde convivía con su madre, Audrey, su hermano, Dean, y su padrastro, David Mahon. Desde entonces no se ha vuelto a saber nada de su paradero. El domingo se cumplieron 15 años de una de las desapariciones más desconcertantes que se han vivido en la Costa del Sol.
Amy pasó la Nochevieja en casa de Ashley, que entonces tenía 13 años. «Ella quiso quedarse conmigo mientras yo cuidaba a mi hermano pequeño. Estuvimos un rato con el ordenador, chateando con nuestras amigas por Messenger», recuerda la joven. Deborah Rose, la madre de Ashley, llegó sobre la una y media de la madrugada y encontró a las dos adolescentes viendo la televisión. Todo estaba en orden.
Se acostaron sobre las tres, así que se despertaron tarde. «Nos levantamos y salimos a la calle. Yo quería ir a compra ropa, así que fuimos a Fuengirola, aunque no caí en que era Año Nuevo y que no habría casi nada abierto. Volvimos a la zona del Zoco, en Calahonda. Yo ya estaba cansada, así que volvimos a mi casa», cuenta Ashley.
Deborah recuerda que su hija Ashley le preguntó si Amy se podía quedar otra noche más con ellas. «Yo le respondí que era mejor que volviese a su casa y que le felicitara el Año Nuevo a su familia». Ashley acompañó a su amiga hasta la puerta de la urbanización y se despidió de ella. «Nos vemos mañana», le dijo.
Serían las diez de la noche del 1 de enero de 2008 cuando vio por última vez a su mejor amiga. Llevaba una bolsa de Bershka con un chándal que ella le había prestado y un móvil irlandés de color rosa que usaba para escuchar música. «Ella utilizaba un teléfono español, pero su padrastro se lo rompió unos días antes en una discusión», dice Ashley, que ahora tiene 28 años y es peluquera, como su madre.
A la mañana siguiente, una amiga propuso a Ashley salir a dar una vuelta. «Llamé a casa de Amy para que se viniera y su madre me dijo que pensaba que estaba conmigo. La noche anterior no había ido a su casa, era muy raro», relata la joven, que se marchó, aunque preocupada, con su amiga.
Amy solía ir todos los días a la casa de Ashley a la misma hora, siempre sobre las tres de la tarde. «A las tres y media llamé a mi madre para ver si se había pasado y me contestó que no. A las seis volví a llamarla. Amy no había ido. Eso ya era muy raro en ella. Recuerdo que le dije a mi madre: ‘Algo no va bien’».
Deborah telefoneó a Audrey y le explicó que su hija estaba muy preocupada por Amy. «Le dije que si ella no llamaba a la policía, lo haría yo. Me aseguró que iba a hacerlo». Esa noche, la del 2 de enero, Ashley se pasó por la casa de Amy antes de volver a la suya. La madre le contó que había llamado a la Guardia Civil y le habían informado de que tenía que ir en persona para presentar una denuncia. También le dijo que su padrastro ya había salido a buscarla.
La desaparición de Amy Fitzpatrick se consideró inquietante desde el principio por su edad. Pero sólo por eso. La Guardia Civil, que se hizo cargo de la investigación, no encontró ni un solo indicio que apuntara hacia un secuestro o un crimen. Los agentes que llevaron el caso inspeccionaron centímetro a centímetro el trayecto en el que desapareció la joven y no hallaron rastro alguno de violencia.
Para la Guardia Civil, la principal hipótesis fue, al menos durante las primeras semanas, la fuga. Los investigadores tenían elementos objetivos para pensarlo: existían antecedentes de desapariciones voluntarias -sólo duraban unas horas- de la menor y, al parecer, Amy no tenía buena relación con su padrastro.
Para colmo, Amy había discutido con su madre porque canceló el viaje a Irlanda que tenían previsto haber hecho el 26 de diciembre para que ella y su hermano Dean se reunieran con su padre, Cristopher Fitzpatrick. «Recuerdo que llegó a mi casa llorando, me dijo ‘por favor, déjame entrar’ y se metió en el cuarto de Ashley», cuenta Deborah.
A ojos de una adolescente, la aparente libertad de Amy resultaba envidiable. «Yo pensaba: ‘Ojalá mi madre me dejara salir hasta tan tarde. Hoy lo veo de otra manera, y seguramente habría hecho mucho más por ella. Amy tenía una vida muy triste», revela Ashley, que añade: «No recuerdo que ella se escapara, más bien lo contrario. No le daban llaves y a veces la castigaban sin dejarla entrar en casa. Ella se colocaba por una ventanita de la cocina».
Siguiendo la hipótesis de la fuga, la Guardia Civil llegó a difundir una alerta sobre un automóvil – un viejo Ford Fiesta de color blanco con matrícula inglesa- propiedad de un amigo de la adolescente, un irlandés de 34 años que solía arreglarle el ordenador. Amy sabía que solía dejarse el coche abierto, por lo que acostumbraba a subirse en él. El turismo fue sustraído en las mismas fechas en que se perdió la pista de la menor.
Sin embargo, esa línea de investigación, la de una fuga, se fue diluyendo con el paso del tiempo. La ausencia de pistas sobre el paradero de la menor terminó por inclinar la balanza hacia la tesis de una desaparición involuntaria.
Dos años más tarde, la madre y el padrastro llegaron a ofrecer una recompensa de un millón de euros para la persona que proporcionara una pista que condujera a la localización de la joven. En cinco días, el número de teléfono que proporcionaron recibió más de un centenar de llamadas, aunque sólo cuatro con información. La mayoría eran de videntes.
En mayo de 2013, tras cumplirse cinco años de la desaparición de Amy, la familia se enfrentó a otra tragedia: Dean, el hermano mayor, murió apuñalado. Tenía 23 años. El suceso ocurrió en Coolock, una barriada al norte de Dublín, cerca del apartamento donde Audrey vivía con David Mahon, que fue detenido y condenado por estos hechos.
El padrastro de Amy cumplió una pena de cinco años de cárcel por el homicidio involuntario de Dean. Según declaró en el juicio, discutieron por una botella y él le arrebató al joven el cuchillo que portaba, que se acabó clavando él mismo en una especie de forcejeo, aludiendo a una muerte accidental o un suicidio.
Aparentemente, Audrey ha aceptado las explicaciones que David Mahon le dio sobre el suceso e incluso acabó casándose con él dos años más tarde. La madre de Amy nunca ha dejado de buscar a su hija. Mantiene abierta una página de Facebook con su nombre y en febrero del año pasado celebró su 30 cumpleaños.
En una entrevista reciente con el Irish Mirror, Audrey desveló que había recibido recientemente información procedente del entorno de amigos de su hija sobre su supuesta participación en un transporte de droga con dos hombres que la habrían utilizado, a cambio de 100 euros, para hacerla pasar por la hija de uno de ellos.
El padre de Amy ha hecho una petición a través de change.org para que las autoridades irlandesas y españolas den un nuevo impulso a la investigación sobre la desaparición de Amy Fitzpatrick, que se encuentra en un callejón sin salida desde hace ya 15 años.
Ashley también se queja de la falta de avances en la investigación y lanza una crítica a ambos países: «Lleva muchos años sin hacerse nada en el caso. Si Amy hubiese sido española, o si la desaparición hubiese ocurrido en Irlanda, todos habrían hecho más. Es injusto que no se la siga buscando, era una niña de 15 años. Y es mi mejor amiga».
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